CUENTOS PARA HALLOWEEN
EL MONO DE HALLOWEEN
Historia de una noche de halloween. Nicolás fue a halloween vestido de plátano verde,
es decir como si estuviera muerto.

Lo cogió y
lo metió a su casa .Su casa era totalmmente verde, con plantas exóticas y…
¡Millones de peladuras de platano gigante!
El mono
Monestein, que así se llamaba, echó al niño en un plato gigante .Los bananeros
daban plátanos gigantes y podridos por eso se confundió con Nico.
Unas horas más tarde otro niño llamado Juan fue a pedirle caramelos y cuando abrieron la puerta vio a Nico en aquella situación, entonces se marchó corriendo a llamar a su padre.
A la casa llegó el padre de Nico con agentes de la policía y consiguieron salvar al niño de las garras del malvado mono que huyó despavorido y nunca más se le volvió a ver por aquel lugar.
MIGUEL
LA MANSIÓN BOTWEL
Sucedió el 31 de octubre. Sí, eso es: el día de Halloween. Ana estaba pidiendo caramelos por las casas con sus amigas Lucía y Jimena y su prima Rebeca. Se lo estaban pasando pipa hasta que llegaron a la Mansión Botwel. Era la casa de un zombie muy, muy avaro, desagradable y maloliente. Llamaron y el timbre sonó con un grito: ¡¡¡¡Ahhh!!!! Lucía y Rebeca salieron pitando pero Ana y Jimena que eran muy valientes se quedaron frente a la puerta. Nadie salía. Jimena, aburrida de esperar empujó la puerta y esta se abrió con un chirrido. Entraron y como no se veía nadie se dirigieron a la cocina que estaba llena de telarañas y ratas. –No se cómo puede vivir alguien aquí- dijo Ana. –Ya- respondió Jimena. Cagaditas de miedo, fueron al salón, enfrente de la cocina. Tampoco había nadie pero de repente... Se abrió la puerta y apareció un zombie muy feo. Parecía ser aquel bicho avaro, desagradable y maloliente que vivía allí.

KAREN

A partir de aquello,
se extendió la idea de que los monstruos eran seres terribles que sólo pensaban
en comernos y asustarnos.
Un día, una niña vio
escondidas bajo unas hojas todas las letras, que vivían allí dominadas por el
miedo. La niña, muy preocupada, decidió hacerse cargo de ellas y cuidarlas, y
se las llevó a casa. Aquella niña en la siguiente noche de Halloween dejo las
letras junto a su ventana para que las recogiera algún monstruo. Cuando aquella
noche fueron a visitarla los monstruos y vieron las letras se alegraron tanto
que con gestos la pidieron que se las dejara para poder hablar, y por primera
vez la niña oyó las dulces voces de los monstruos.
Los monstruos agradecidos la dieron las mejores
golosinas y a partir de esa noche todas las noches de Halloween son como la de
hace muchos años en la que los monstruos y los niños jugaban se contaban
cuentos y compartían golosinas.
ALEJANDRA