LA PIEDRA EN EL ESTANQUE: Gianni Rodari parte de la idea de que:
"una palabra lanzada en la mente produce ondas superficiales y
profundas". Esto provocaría asociaciones, recuerdos, fantasías, historias, …
Se trata de proponer a los niños una
palabra o un grupo de palabras y trabajar con los contenidos que les sugieran.
LA ANCIANA MISTERIOSA por Lara García
Había una vez una anciana muy
misteriosa. No hablaba con nadie y siempre que salía de casa se quedaba
observando algún lugar en el que aparentemente
no había nada; pero ella lo miraba como si hubiese algo importante. Aquella
anciana siempre llevaba una lupa, pero nadie sabía para qué la usaba.
Un día, una niña llamada Cloe, salió
de su pequeña casa a medianoche para dar un paseo, y penetró en una gran
arboleda en la que destacaba una gran encina. En la encina había ventanas, una
puerta… y de repente apareció esa misteriosa anciana de la que todo el mundo
hablaba. Cloe tenía mucho miedo, pero la
anciana invitó a Cloe a pasar a su casa. Estuvieron hablando. Cloe le preguntó:
- ¿Por qué siempre llevas una lupa?
La anciana le contestó:
- Está es una lupa mágica, con ella
puedo ver lo que otros no. Pero hace tiempo que no funciona y fui al
observatorio a ver si me la podían arreglar, pero no me creyeron, me tomaron
por loca.
- ¿Pero qué le pasa? - Preguntó Cloe.
- Es que hay un riachuelo que no puedo
saltar, y con mi lupa podría hacer un puente para saltarlo, pero como está
rota…
- Creo que puedo ayudarte. - Dijo
Cloe.
- Pero… ¿Cómo? - Preguntó la anciana.
- Podemos
poner unas piedras en el agua y después pasar por encima.
Y eso es lo que hicieron. Cloe cogió
las piedras y la anciana le ayudó a colocarlas y consiguieron pasar el
riachuelo.
Y desde entonces Cloe y aquella
anciana se ven todos los días, y ya nadie le llamaba “la misteriosa anciana”
sino “Laura “, que es su verdadero nombre.
UNA BUENA LECCIÓN por SOFÍA ROJO
En un
precioso bosque situado
a la orilla de un
río, vivían muchos animales pequeños y grandes, unos con plumas, otros con pelo, pero todos vivían en perfecta armonía. En ese bosque había plantas de todo tipo, desde pequeñas margaritas hasta grandes encinas. También había lagos y lagunas,
piedras y arena y un riachuelo
donde nadaban muchos peces de muchos
colores.
Justo en el
centro de aquella enorme arboleda,
al lado de una laguna, debajo de una gran encina,
había una linda casita.
En ella vivía
una joven erizo llamada June. Ella salía de casa, todos los días muy temprano,
con una cesta, en busca de alimento. Cuando regresaba, preparaba la comida y se
daba un baño en la laguna Esmeralda, que estaba al lado de su casa. Siempre hacía lo mismo.
Pero un día,
llegó tan cansada que se tumbó en la
cama y se quedó profundamente dormida. Al despertar, la cesta estaba
vacía. ¡¡ Tendría que comer de las
reservas que guardaba en la despensa!! Esto empezó a pasarle muy a menudo, la comida
desaparecía y no sabía por qué.
Así que una
mañana decidió ir a ver a la Gran Sabia, una anciana sabina que vivía lejos, al otro lado del río.
Después de
una larga caminata, llegó a la colina donde estaba el gran árbol. June le contó
su problema y la sabina, que le había escuchado muy atentamente, le dio unos
consejos para poder averiguar qué pasaba con su comida. Emprendió el camino de
vuelta, después de comer con la anciana, y llegó a su casa al anochecer.
Cuando
despertó al día siguiente decidió seguir los consejos de la sabina.
Hizo como
todos los días: fue al bosque, recogió alimentos, llegó a casa y los puso sobre
la mesa. Cogió la pimienta del armario y la metió dentro de los tomates.
Cerca de su
casa, junto al lado del camino, construyó con ramas y hojas un escondite que le
serviría de observatorio. Al
cabo de un rato, vio con sorpresa como un joven erizo entraba en su casa y se
llevaba la comida.
June esperó a
que el erizo desapareciera, entró en su casa, cogió la lupa y siguió las huellas del erizo hasta su madriguera. Esperó...
y oyó los alaridos del ladrón que salió
buscando agua.
A partir de
aquel día no le volvió a faltar la comida.