EL
SEMBRADOR DE NOGALES
Un día caminaba yo por el campo,
cuando vi a un hombre muy anciano,
que estaba cavando un pozo. Intrigado, me acerqué a él para
preguntarle qué estaba haciendo.
-A mí siempre me gustaron las
nueces.- Me dijo.
-Hoy llegaron a mis manos las nueces más ricas que probé en mi vida. Así
que he decidido plantar una de ellas.-
Me puse triste cuando pensé que
ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces.
-Disculpe, amigo.- le dije.-
-Para que un nogal dé frutos,
deben pasar muchos años, y dada su edad, es muy probable que cuando este nogal
de sus primeras nueces, usted ya haya muerto hace mucho. ¿No ha pensado que tal vez sería más
provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos
que usted sí podrá saborear? -
El hombre me miró un momento en
silencio, durante el cual, no supe si sentirme muy atrevido por mi observación o muy estúpido.
Tras unos segundos que me
parecieron horas, finalmente me contestó:
-Toda mi vida me pasé saboreando
y comiendo nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores seguramente jamás
llegaron a probar. Cuando de
nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos.
Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en
mí al plantarlas, yo también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o
no sus frutos. Sé que estas nueces
no serán para mí, pero tal vez tus hijos o mis nietos las saborearán algún día.-
Y entonces me sentí muy pequeñito
y egoísta por pensar sólo en mí. Desde ese día, me dediqué a plantar nogales.
FIN
BUSCANDO EL NOGAL
Por Eduardo Lozano Martín
Había una vez, dos hermanos. Juan y Pedro.
Vivían en un pueblo llamado Tocón. Era un pueblo pequeño, tenía monumentos y
muchos turistas.
Juan, tenía 10 años, era alto, fuerte y no muy
listo. Era rubio, pelo largo y ojos de color castaño.
Pedro, tenía solo 5 años, era pequeño, y
bajito. Su pelo era de color negro, sus ojos era grande y de color azul.
Éstos, tenían una casa en un árbol de su
jardín. Un día, sus padres les dejaron dormir en la casa del árbol. Pero antes,
les contaron una historia de un nogal.
Trataba de que quien encontrase ese nogal
tendría tantos deseos como años tiene. Pedro, que solo tenía 5 años se lo
creyó.
Éste, convenció a Juan para escaparse en busca
del nogal. Se dividieron en dos. Juan fue por el Norte y el Este y Pedro por el
Sur y el Oeste.
Como era de esperar, se perdieron y sus padres
les echaron en falta.
Al final, encontraron a Pedro en la entrada de
un bosque y a Juan con una herida en la rodilla, en un callejón oscuro.
FIN
Mi amigo el nogal
POR MIREYA TEMIÑO
Había una
vez una niña que se llamaba Sofía. Vivía en una casa muy bonita con un jardín
muy grande. A Sofía la encantaba estar en su jardín, sobre todo debajo de un
gran nogal. Era su lugar favorito.
Desde que
era muy pequeña había jugado en la sombra del nogal y escalaba hasta lo más
alto. También, en otoño, recogía sus nueces que tanto la gustaban.
Muchas veces
Sofía mientras jugaba, decía lo que pensaba en voz alta como s el nogal fuera
un amigo. Eso la gustaba mucho, el nogal siempre la escuchaba.
Un día Sofía
estaba muy triste. Todo le había salido mal: se había enfadado con sus amigas
porque nunca la escuchaban y se reían de ella. Como siempre, Sofía, salió al
jardín y se tumbó debajo del nogal. Muy triste empezó a contar a nogal lo que
había ocurrido.
De repente
una voz grave y fuerte interrumpió a Sofía diciendo:
-
No
te preocupes Sofía todo se arreglará.
Sofía se
llevó un gran susto:
-
¿Quién
habla?
-
Soy
yo, el nogal.
-
¡Eso
es imposible ¡ ¡Los árboles no hablan¡
Sofía se fue
corriendo a su habitación, pensaba que alguien le estaba gastando una broma o
que se estaba volviendo loca.
Al día
siguiente al volver del colegio Sofía pensó que jamás volvería a acercarse a
ese árbol porque la daba mucho miedo.
Con el paso
del tiempo el nogal fue perdiendo sus hojas y secándose. Algo raro ocurría. Era
primavera y el árbol tendría que estar verde y con muchas hojas. Parecía que se
estaba muriendo.
Por la
ventana de su habitación Sofía veía como su nogal se secaba. Aunque todavía
estaba asustada por lo que pasó aquel día, decidió bajar a ver a su árbol.
Se acercó
muy despacito y dijo:
-
¿Qué
te ocurre nogal?
Nadie
contestó. El nogal pensaba que si volvía a hablar su amiga no volvería a
sentarse junto a él.
Sofía estaba
convencida de que el nogal hablaba así que volvió a decir:
-
¿Qué
te pasa nogal? Háblame por favor, no quiero que te seques.
El nogal
contestó:
-
No
te asustes Sofía. No quiero que te vayas ni que me dejes solo. Quiero ser tu
amigo. Será nuestro secreto.
Desde aquel
día Sofía y el nogal fuero grandes amigos. El nogal volvió a ponerse verde y
hermoso.
FIN
AGUSTÍN Y SUS NOGALES
Por Daniel García Pérez
En un pueblo que no tenía
nombre vivían un hombre y su perro. Aquel hombre se llamaba Agustín, y tenía 62
años. No tenía ni hijos, ni padres y tampoco amigos, solo su mascota. Le
gustaban las plantas, en concreto los nogales y tenía una huerta donde los cuidaba,
también le gustaban los animales pero era poco simpático con las personas.
Su mascota, un perro, era de
color ocre-marrón y se llamaba Tom, como su difunto padre. Era juguetón y
bastante activo.
Un día Agustín fue a su huerto
a recoger nueces de sus nogales, mientras Tom estaba en su caseta de perro
durmiendo.
Mientras Agustín recogía nueces
se percató de que Tom venía corriendo, y mientras llagaba, se cayó en un hoyo.
Agustín fue corriendo a socorrerle y al cogerle del hoyo se dio cuenta de que
se había roto una pata porque estaba sangrando de ella.
Como veía que el perro lloraba
y su pata seguía sangrando fue corriendo a casa. No tardó muchos minutos, solo
5 y al llegar le puso desinfectante en la herida y se la vendó.
Pasado un día, vio que el perro
no podía andar, y el hombre desesperado porque no le podía llevar a un veterinario, debido a que en su pueblo
no hay veterinaria y porque no tenía coche para ir a la del pueblo de al lado,
decidió ir a investigar a su huerta mientras el perro dormía en el sofá.
Antes de llegar divisó a una
persona que estaba atando una red en uno de sus nogales a modo de trampa, y esa
persona extraña salió corriendo.
Cuando Agustín ya llevaba un
buen rato persiguiendo a ese señor, se desplomó en el suelo agotado.
Cuando el señor extraño estaba
a punto de salir de la huerta pasó algo raro y extraordinario, un nogal movió
una de sus ramas y la puso en la salida de la huerta para que el señor raro se
tropezase con ella.
Después decenas de nogales
empezaron a agitar sus ramas para lanzarle nueces y, Agustín asombrado hizo lo
mismo que los árboles y juntos le echaron de la huerta con su merecido castigo,
un montón de heridas.
Luego Agustín hablo con ellos y
les pidió que curaran a su perro porque
ellos tenían poderes curativos y ellos lo hicieron para agradecerle que les
hubiera estado cuidando todos esos años.
FIN
EL NOGAL
Por Ignacio Casas
Yo estaba un día en casa de mi abuela cuándo decidimos salir
al campo a pasear.
Cuando llegamos me distraje y me perdí. Fui corriendo a
buscar a mi familia pero no les encontré. Me senté al lado de un nogal. Me
informe sobre él en una guía del bosque que llevaba y descubrí que tenía 200
años ´
Entonces dejé la guía en el árbol y fui a buscarlos.
Al final los encontré y les conté lo que había descubierto.
Se lo dijimos al alcalde y el decidió que quien talara ese árbol se llevaría
una multa.
A la vuelta de unos meses fui a verle y vi que se estaba
muriendo porque con los demás árboles no podía absorber la luz del sol. Fui al
ayuntamiento a ver si me dejaba cortar unas ramas de los demás árboles y me dijeron
que sí ¡Le habíamos salvado!
FIN