EL CERDO Y
EL CALGO
Al cerdo
no le gustaba nada que le llamaran “gordo”. Pero el galgo siempre lo hacía.
Todos los días el galgo le decía:
-¡Eh! ¡Tú gordo! ¡Gordo!
Pero el cerdo no le hacía caso.
Un día el cerdo se hartó, se enfadó y se puso a
llamar al galgo, flaco.
Al día siguiente, al galgo se le cayó al pozo un
cachorro. Intentaron sacarle con la polea, pero no pudieron porque el galgo
pesaba poco y se le ocurrió ir a pedir ayuda al cerdo:
-Buenos
días señor Cerdo ¿me podría ayudar a coger un cachorro que se me ha caído al
pozo?
El
cerdo lo rechazó enfadado pero al ver la cara del galgo, preguntó:
-¿Si
te ayudo Señor Galgo, me dejarías de
llamar “gordo”?
El
galgo dijo que sí.
Al
final pudieron sacar al cachorro y el galgo y el cerdo se hicieron muy amigos.
Moraleja: "Todos debemos ser amigos, independientemente de nuestra apariencia física porque todos somos iguales"
Natalia 5ºB
EL LEÓN Y LA ARDILLA
Esta historia ocurrió hace mucho tiempo, en
los pueblos del norte de España.
Fue una tarde de domingo, en verano. El
alcalde del pueblo iba a organizar un concurso de pesas. Dos animales se tenían
que presentar al concurso y levantar 100 kilos y quién más aguantara ganaría el
concurso, llevándose 200 Euros.
Los animales que vivían en el pueblo, en
cuanto se enteraron, fueron al tablón de anuncios del ayuntamiento para
apuntarse. Los primeros en apuntarse fueron la ardilla y el león.
Esa misma tarde, el león y la ardilla
estuvieron en el escenario de la plaza mayor, donde sería el concurso de pesas, delante de todo el público.
-
¡A la de… 1, 2 y 3! – gritó el
alcalde.
Los dos animales cogieron las pesas y
parecían que los dos aguantaban el peso.
El león para hacerse el chulo agarró la pesa
con una sola mano y gritó:
-
¡Mirad que fuerte soy, voy a
ganar el concurso seguro!
Como era mucho peso, el león no pudo con la
pesa y se le cayó al suelo del escenario. La ardilla todavía la sostenía.
-
¡Es evidente que ha ganado la
ardilla, fuerte aplauso para la ardilla! – dijo el alcalde.
El público le dio un fuerte aplauso y la
ardilla se fue con sus 200 euros a su casa.
Moraleja: no hay que creerse superior a los
demás, aunque lo seas.
Nicolás 5º B
EL LEOPARDO
Y LA SERPIENTE
Érase una
vez un leopardo y una serpiente que eran amigos y buenos jugadores de ajedrez
.Este año han sido los campeones de Europa y eran los favoritos para ganar.
La fecha del
campeonato era el 24-3-1990, al haber muchos participantes ya no eran tan
favoritos porque el mono y el sapo eran muy buenos.
El día 24
empiezan el torneo ganando todas las partidas previas del grupo A, el leopardo
y la serpiente, y en el grupo B el mono y el gusano eran líderes.
Así hasta la
final, que se enfrentan a los dos favoritos el leopardo la serpiente y el mono
y el gusano. Comienza la partida y el leopardo y la serpiente están arrasando,
y muy confiados de ganar.
El leopardo
mueve la reina mal, y el mono da jaque mate y ganan la final ganando a los
favoritos.
Estamos
entrevistando a los perdedores.
¡Felicidades! ¿No decíais que ibais a ganar? Si, pero nos hemos dejado ganar.
“En
una competición nunca te creas el favorito, porque siempre hay alguien mejor
que tú”.
Aimar 5ºB
LA COTORRA Y EL BÚHO
Había una vez en un lindo
bosque un búho y una cotorra. El búho estaba en su rama, y sólo cuando creía
conveniente hablaba; sin embargo
la cotorra no paraba de hablar, hablaba tanto que no era capaz de guardar un
secreto y cuando no tenía tema de conversación con sus amigos, se lo
inventaba. Hasta el punto de que sus amigos se fueron retirando de ella, así
que un día se quedó sola. Entonces, se paró a observar al callado búho y vio cómo los animales del bosque se
acercaban cuando tenían algún problema y le pedían sus sabios consejos. La cotorra se acercó al búho y le preguntó:
-¿Cómo es que se acercan a ti a pedirte consejos y a mí
no?
Y el búho le contestó: -Porque yo escucho, observo y sólo doy mi opinión
cuando me la piden.
Julia 5ºB
Lucía y Luna
Un
día, una perra estaba tumbada en su cama, junto a la cama de su dueña, una
linda niña de once años. Mientras Lucía dormía, su perra Luna le miraba y
pensaba:¡Qué aburrida es mi vida!¡No valgo para nada!¡Soy pequeña y
flacucha!¡Me paso el día jugando y haciendo compañía a la niña!¡No consigo tener
aventuras emocionantes!¡Y encima con esta pata que me falla y no me deja
correr…!¡Qué desgraciada soy y qué pena me doy!
Mientras tanto, ella pensaba en la
suerte que tenían sus amigas, que estaban libres, se pasaban todo el día en la
calle, disfrutando de mil aventuras y podían
correr muy rápido…
Cuando
Lucía se levantó, desayunó y se preparó, se fueron a dar un paseo. Luna
estaba tan concentrada en sus cosas, que no vio que un niño muy pequeño iba a
cruzar la carretera solo. De repente, un coche que circulaba por
la carretera a gran velocidad, iba a pillar al niño. Cuando Luna lo vio, salió
corriendo, y sin saber cómo, sus patas fueron a gran velocidad. Logró llegar a
tiempo y salvarlo.
Más tarde, ella se decía: ¡Qué tonta he
sido!¡Yo quejándome de que no valía para nada y que no tenía aventuras!
De
repente, un coche que circulaba por la carretera a gran velocidad, iba a pillar al niño. Cuando
Luna lo vio, salió corriendo, y sin saber cómo, sus patas fueron a gran
velocidad. Logró llegar a tiempo y salvarlo.
Más tarde, ella se decía: ¡Qué tonta he
sido!¡Yo quejándome de que no valía para nada y que no tenía aventuras!
MORALEJA: Esta fábula de Lucía y Luna te hace ver
que no hay que hacerse de menos nunca, pues todos valemos mucho.
Mireya 5ºB