El 31 de
octubre Pedro y Óliver fueron a pedir caramelos hasta las nueve. Pero Óliver
dijo:
-¿Por qué no
vamos a la mansión del cementerio?
-¡vale!
–dijo Pedro.
Cuando
estaban yendo, Pedro le dice a Óliver:
-Óliver creo
que nos están siguiendo.
-Echamos a
correr a la de tres. Uno, dos y tres.
Cuando
llevaban dos minutos corriendo se pararon y miraron detrás a ver si les
seguían, pero no les seguía nadie.
Un señor que
iba disfrazado de payaso les dijo:
-¿Queréis
caramelos?
-Si-dijeron
los niños.
Pero el señor
cogió a Pedro del brazo y no le soltaba. Óliver le dio una patada y Pedro le
pego un mordisco. Huyeron hasta el cementerio y llamaron a la mansión que había
al lado. No les contestó nadie. Como la
puerta estaba abierta entraron. Oyeron ruidos en el desván y subieron muy
lentamente.
-¡Socorro,
socorro – dijo el tío antes de morir. Pedro y Oliver lo vieron como murió por un cuchillo en el corazón. También
vieron al asesino. Salieron corriendo y no pararon hasta llegar al cuartel de
la guardia civil. Cuando llegaron dijeron que habían visto un asesinato. Un
policía les hizo algunas preguntas, como:
-¿Dónde está
el muerto?
-En la casa
de al lado del cementerio. –Dijo Pedro
Todo el
cuartel fue a la mansión y vio como el asesino se había suicidado. Había una
carta dirigida a Pedro y Óliver:
-Yo era el
que os estaba siguiendo antes. – el asesino